martes, 25 de febrero de 2014

Caso Gürtel = Caso PP. Capítulo V

Voy a transcribir literalmente la serie de artículos escrita por José María Izquierdo, veterano periodista de El País, sobre el Caso Gürtel. El interés de este foco de corrupción, hace que lo incluya en mi blog, por si alguno de los lectores no hubiera tenido acceso al mismo. Son once capítulos, fruto de un exhaustivo trabajo de investigación que merece la pena leer.
Saquen sus propias conclusiones.
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Luis de Miguel, el primer blanqueador

El aparato exterior de Correa no es cualquier cosa: Luis de Miguel, Ramón Blanco Balín y Arturo Gianfranco Fasana. Nivel. Luis de Miguel, el primero de ellos, empezó a trabajar con Correa en la década de los 90. Llegó a ser administrador único de algunas de las empresas —Orange Market, Easy Concept, Inversiones Kintamani y Caroki SL— y tuvo cargos variados en otras: Special Events, TCM, Real Estate Equity Portfolio y Boomerangdrive SL. Pero el cargo no hace honor a sus muchos méritos. Se trataba, en realidad, de mover por ahí, tal que en Suiza, el dinero que la trama acumulaba en España. O de “crear estructuras de blanqueo” como se dice en los informes policiales. Ahí estaría Spinaker 2000.

De hecho, experiencia tiene. Contábamos en el primer capítulo de la serie que Garzón inició Gürtel  a raíz de encontrar, en los registros del caso BBVA-Privanza, una carpeta con cuentas en el exterior de un tal Francisco Correa en el bufete de Luis de Miguel. Y según los datos que obran en la causa, como en un informe de la Fiscalía Anticorrupción del 6 de mayo de 2010, en su despacho había documentos sobre “las estructuras de blanqueo off shore (paraísos fiscales) con sociedades ubicadas en Antillas Holandesas y la Isla de Nevis” creadas para Francisco Correa y, también, Guillermo Ortega, el exalcalde de Majadahonda al que ya encontraremos en su lugar correspondiente. El propio De Miguel ha contado en algún medio que tiene cuentas en Suiza, abiertas desde finales de los años setenta, “por si acaso, como un dinero en la reserva”.

De Miguel ha negado haber participado en delito alguno, y afirma que de hecho dejó de trabajar con Correa cuando se enteró por una revista —Interviú, en 2005— de que allí podía haber algo raro. Extraño asesor fiscal y administrador este, que asesora fiscalmente y administra empresas de las que nada sabe y de las que se entera por la prensa de sus interioridades. Sí reconoce algunas cosas, como haberse entrevistado en la sede del PP, en Génova, con el entonces eurodiputado Gerardo Galeote, “porque era su asesor para sus cuentas personales”. Claro que también dice cosas muy graciosas, como estas: “¿Cómo iba a pensar yo que había negocios turbios cuando Correa tenía en su despacho una bandera de España y otra del PP y era amigo de gente del PP?” Incluso aparece algo mohíno en Vanity Fair contra Correa y sus chicos, porque les había pedido “una foto de Aznar firmada” para lucir en su despacho, y nunca se la consiguieron.

Luis de Miguel no es un desconocido para la justicia. En abril de 2013 fue condenado por la Audiencia Nacional a 21 años de cárcel por ayudar al empresario Juan Ramón Reparaz a defraudar a Hacienda 16 de los 25 millones de euros que el empresario no declaró entre 1999 y 2006. ¿El método? Sociedades interpuestas con sedes en Panamá, Belice, Irlanda, el Reino Unido y España. ¿Les suena de algo?


©José María Izquierdo, para El País.

domingo, 23 de febrero de 2014

33 años del 23F. ¡Nunca más!

Hoy se cumplen 33 años de la entrada por la fuerza, del teniente coronel Antonio Tejero Molina, al pleno del Congreso de los Diputados de España.
Los últimos reductos del tardo-franquismo, aplaudieron la operación como si se tratara de un nuevo 18 de julio. Pelotones, cuadrillas y grupúsculos, salieron a las calles, al grito de ¡Arriba España!, y cantando el Cara al Sol, blandiendo pistolas, bates de béisbol, navajas y cadenas, con ánimos revanchistas e intenciones lapidarias. Los ciudadanos, asistían con miedo, a esta obra de teatro protagonizada por casposos y rancios militares, sedientos de poder y ciegos de nostalgia.
Tejero, Armada, Milans, Pardo Zancada, Torres Rojas, son algunos de los traidores, que amparándose en oscuros movimientos reformadores y de orden, tuvieron en vilo a esta España invertebrada. Fueron esos actores de sainete, que con su ridícula escenografía, quisieron que los españoles vivieran, otra vez, en blanco y negro.
Pocos medios de comunicación dieron la cara ese día. Quizás por no poder hacer nada, quizás por simpatía con los traidores. Lo cierto, es que España vibró por aquel entonces, con las ondas de la SER, a través de Rafael Luis Díaz, José Joaquín Iriarte, Mariano Revilla y Ángeles Afuera, y con la tinta de El País. Televisión Española, presa de los golpistas, se encontraba atada de pies y manos, y, gracias a sus profesionales, se pudo ver a las pocas horas, a los autores de tamaña perfidia. Es de destacar también, la labor de los reporteros gráficos, como Manuel Hernández de León, de la agencia EFE, que plasmó el gesto de Tejero mirándole a los ojos, y que pudieron burlar a los guardias civiles, con un mágico cambiazo de carretes vírgenes por usados.
Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y sobre todo Gutiérrez Mellado, quedarán en la retina de la historia, como aquellos que no se quisieron doblegar a la bota de la intolerancia, a la bota de la intransigencia y a la bota de la violencia.
La ráfaga de disparos al aire, el ruido retransmitido por la radio de los mismos, el lenguaje tabernario y los gestos obscenos de ira de aquellos que querían dar marcha atrás,  permanecen inalterables en la memoria de los españoles, a fin de que un espectáculo tan bochornoso no se vuelva a repetir.
Fue en Valencia, donde el militar Milans, sembró el terror, sacando los carros de combate a las calles, en una demostración de fuerza bruta no conocida en tiempo.
En otras partes de España, miles de jóvenes obligadamente uniformados, se encontraban en sus cuarteles preparados para lo peor. Los mandos, algunos acobardados, otros eufóricos, la mayoría prudentes, aguardaban acontecimientos. ¿Qué hará el rey Juan Carlos? ¿Se irá de España? ¿Triunfará el golpe? Parece ser que hoy en día hay datos sobre intenciones no muy claras del rey, aunque la versión oficial, lo eleva casi, a los altares del heroísmo.
El monarca, con la ayuda inestimable del general Sabino Fernández Campo, asturiano de Latores, supo, o le obligaron a contener la asonada, y horas más tarde de las ya célebres 18:20, entrado el 24 de febrero, tranquilizó a la población, con una intervención televisiva, que pasará a los anales de la historia. Quizás una aparición más rápida, hubiera sido más oportuna, y no daría lugar a sospechas, como la vertida últimamente por representantes diplomáticos alemanes. Los más viejos del lugar, aquellos que habían vivido la guerra civil del 36, respiraron, al ver que no se iba a repetir la confrontación fratricida. En los cuarteles, se rebaja la tensión. Solo hacía falta tiempo. Solo hacía falta esperar.
El Elefante Blanco, nunca llegó al edificio de la Carrera de San Jerónimo, y los hombres armados de dentro, fueron cayendo poco a poco en su moral y dignidad, y, goteando como pus en una herida, fueron saliendo cobardemente por las ventanas de Las Cortes.
En el año de Reagan, la muerte de Bob Marley, el atentado de Juan Pablo II, el dominio en el tenis de Björn Borg, el año en que la Real Sociedad de San Sebastian se proclamó campeón de liga, en el que Mubarak –quien lo ha visto y quien lo ve- subió al poder en Egipto, secuestraron a Quini, se aprobó la ley del divorcio en España, nació la MTV y Jaruzelsky dio un golpe de estado en Polonia, las Instituciones españolas, salieron reforzadas, luego de haber podido aprobar con sobresaliente, el examen macabro que un puñado de bandidos les hizo pasar en clases vespertinas y nocturnas.
23 de febrero de 1.981, una fecha que siempre hay que tener presente. Una fecha para no olvidar.
¿Quién dijo aquello de “el pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla”?

jueves, 20 de febrero de 2014

Caso Gürtel = Caso PP. Capítulo IV

Voy a transcribir literalmente la serie de artículos escrita por José María Izquierdo, veterano periodista de El País, sobre el Caso Gürtel. El interés de este foco de corrupción, hace que lo incluya en mi blog, por si alguno de los lectores no hubiera tenido acceso al mismo. Son once capítulos, fruto de un exhaustivo trabajo de investigación que merece la pena leer.
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Con todos ustedes, El Bigotes

Justo al lado de Correa siempre se sitúa un tipo bien pinturero, fachendoso y peripuesto que en algún momento de su vida decidió que no iba a pasar desapercibido. Y se dejó unos bigotes de forzudo de circo de comienzos del siglo XX. Álvaro Pérez, Alvarito o El Bigotes, por sobrenombre obvio, ha sido el más citado y popular de todos los colaboradores del gran jefe Francisco Correa. Pero no parece el más importante. Es más bien el complemento de pimienta que necesita cualquier espectáculo para atraer espectadores.

De hecho, su otra vida fuera de Gürtel se ha movido siempre en torno al entretenimiento. Sobrino político de Andrés Pajares, participó en alguna de sus películas como extra o como empleado en la producción. Quizá de entonces se trajera su vena de gran imitador, una de sus muchas gracias. Alrededor del año 2000 se empata con Correa. De creer al gran jefe de la trama, lo que no es obligatorio, se lo presenta Alejandro Agag. Ya hemos contado en otro apartado que es él quien le pide que le ponga en los actos de Aznar. Sea cual sea el origen de su amistad, Álvaro Pérez trabajó mucho y bien, según el sumario, para Correa. Desmadrado en el vestir como era, loco por la ropa cara, se encargará docenas de trajes, camisas o zapatos de primeras marcas, Briani o Hackett, como muy bien sabe José Tomás, el sastre que luego nos aparecerá tomando medidas a Francisco Camps.

Su gran momento llega cuando Correa, en 2004, le encarga la rama valenciana. Crea Orange Market, en coordinación con Correa y como una sucursal de Madrid. Se va a vivir a un gran piso en una de las mejores zonas de Valencia y compra un chalé de descanso en la urbanización San Rafael, entre La Nucía y L'Alfàs del Pi, valorado en cerca de medio millón de euros. Garboso, asombra a los paseantes con sus llamativas motos, especialmente su Can-Am Spyder, de tres ruedas y 20 o 30.000 euros de coste, tanto como sus mostachos o sus puros habanos. Pero como no es bueno dejarse llevar por las apariencias, nos engañaríamos si no le adjudicáramos una insólita capacidad para seducir a seres humanos tan contrapuestos a su fenotipo como Francisco Camps. Porque alguno del resto de los implicados, Rafael Betoret o Ricardo Costa no parecen tan alejados del estilo esplendoroso de Alvarito. Refuerza su amistad -uña y carne- con Pedro García, director general de la Radiotelevisión Valenciana Canal 9, hoy desgraciadamente fenecida, un periodista capaz de hacer piruetas en el alambre: director general y jefe de prensa de Eduardo Zaplana, llegó a ser secretario autonómico de Comunicación con Francisco Camps. Ahí es nada. Así que los negocios de Orange Market se multiplican al unísono con la cada vez más cercana presencia de Pérez al poder de la Generalitat, encarnado en primer lugar por su presidente. Y la inestimable ayuda, por supuesto, de todo su equipo, incluido el poderoso y ya citado Pedro García.

Pero El Bigotes ha tenido, y tiene, más amigos de los que aparecen en un primer vistazo. Juan Villalonga, por ejemplo, el amigo de pupitre de José María Aznar y, por ende, presidente de Telefónica. Más recientemente, después del escándalo Gürtel, Pérez ha reaparecido como posible comprador o resucitador del Grupo Intereconomía, de la derecha más extrema, en plena asfixia económica y que ya ha tenido que cerrar su periódico impreso, La Gaceta. Por dinero, nadie sabe, pero por ideología no será, porque todos los que le conocen de antiguo le consideran algo más que un simple señor de derechas. Más allá. Un poquito más allá.

¿Vida familiar? Variada. Su primera mujer, Esther del Prado, fue azafata del famoso Un, dos, tres, de TVE y tuvo una muy modesta carrera como actriz. En 2009 protagonizó, no excesivamente vestida, un número de la revista Interviú. Su segunda mujer, Noemí Ramal, también se ha movido por escenarios similares, aunque más en televisión, y muy concretamente en Canal 9, donde presentó varios programas e incluso contó las uvas de Nochevieja en 2007 -se llevó las cámaras hasta La Nucía- y 2008. Antes, mucho antes, también se había desnudado en Interviú y había pertenecido al elenco de las muy recordadas Mamachichos de la inicial Tele 5.

Una vida entretenida, esta de El Bigotes.

©José María Izquierdo, para El País


martes, 18 de febrero de 2014

Caso Gürtel = Caso PP. Capítulo III

Voy a transcribir literalmente la serie de artículos escrita por José María Izquierdo, veterano periodista de El País, sobre el Caso Gürtel. El interés de este foco de corrupción, hace que lo incluya en mi blog, por si alguno de los lectores no hubiera tenido acceso al mismo. Son once capítulos, fruto de un exhaustivo trabajo de investigación que merece la pena leer.
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Correa, el atildado patibulario que se codeaba con los grandes

Francisco Correa debe andar a punto de cumplir los 60 años. Personaje poliédrico, nunca se sabe cómo enfrentar sus muchas caras. Porque existe la tentación de entrar a saco en esa personalidad patibularia que nos han mostrado las cintas grabadas por aquel que fue su amigo, José Luis Peñas, escaparate deleznable de un tipo deleznable. Busquen rasgos despreciables en un ser humano —machista, golfo, prepotente, tiránico, putero— y tengan por seguro que los encontrarán en las cintas. Bien, sí, está justificado incidir en esa faceta porque es muy propia y muy definitoria del personaje. Pero también conviene insistir en que nuestro protagonista logró codearse de tú a tú y pasar horas y horas, amén de hacer sustanciosos negocios, con personajes tan encopetados como los que todos sabemos. Ese tipo fanfarrón, de porte atildado, cuerpo modelado en muchas horas de gimnasio —y pocas de trabajo—, grosero y zafio, en nada molestó a José María Aznar, a Luis Bárcenas, a Francisco Álvarez Cascos, a Javier Arenas, a Francisco Camps, a Ricardo Costa o a Alejandro Agag, ellos que son tan finos y comedidos. Y señores tan respetables como Pablo Crespo —secretario de organización en Galicia del Partido Popular—, o José Ramón Blanco Balín, inspector de Hacienda, exvicepresidente de Repsol, ahí es nada, trabajaron felizmente en sus empresas y movían con donosura los dineros compartidos. Así que impresentable, pero qué bien nos llevábamos con él.

“Las personas felices no tienen historia”, dejó escrito Simone de Beauvoir. El que en el esplendor de sus días de leche y miel gustaba de oír cómo le llamaban Don Vito, nació en Casablanca hacia mediados de los cincuenta. Inicios muy modestos, y a su llegada a Madrid su padre consigue un trabajo en la lavandería del hotel que estaba —está— frente a la Estación del Norte o de Príncipe Pío. Y el avispado Paquillo, con 13 años, se empleó allí de botones, agraciado entre otras cosas por un francés mamado en la infancia. Luis Gómez,  dio cumplida cuenta de aquellos años. Y de los últimos pasados por sus padres, José Francisco, fallecido en 2011 y Concepción, 95 años, que es quien finalmente pagó su fianza. Misterios de los dineros de Correa. Su madre vive en una casa de diseño muy cercana a la estación de los inicios. Tiene Correa, también, un hermano aquejado de una parálisis cerebral. Pronto se casó con su primera mujer, María Antonia. Tampoco tuvo suerte en este otro ambiente familiar. La pareja tuvo un hijo que nació con una fibrosis quística, y del pronosticado año de vida por los médicos se llegó a los 13 reales. ¿Pena por Correa? Poca: su mujer dejó escrito esto en una carta a un periódico: “Durante esos años, su padre no se ocupó un solo segundo de su hijo… No voy a consentir que este hombre vuelva a dar pena ni fuera ni dentro de la cárcel como al parecer ha hecho estos años… En cuanto su hijo murió, no dudó en aceptar el importe de la mitad de la casa donde vivíamos su hijo y yo, y que todavía estoy pagando, no le remordió para nada coger ese dinero después de no haberse ocupado de su hijo enfermo durante 13 años”.
Pero demos un salto y situémonos ya en los años 90, cuando Correa, que había trabajado en algunas agencias de viajes, se había independizado y creado su propia empresa, FCS, por las iniciales de su nombre y apellidos. Empezó a trabajar para el PP como un simple proveedor de billetes de tren, fuera o no gracias al empujón de Elvira Aznar, tal y como está registrado en su declaración ante el juez Antonio Pedreira (véase vídeo). Algo debieron ver en él los próceres del partido porque rápidamente se hace con el santo y la limosna. En sus declaraciones judiciales con Garzón y Pedreira tiene desperdigadas sus ayudas. Alguna vez habla de Álvarez Cascos: “Paco Cascos, con el que yo tenía cierta relación, me la dio. Era muy importante, se hacían Fitur y un montón de eventos”. Algún contrato de AENA ya les cayó, como recoge el sumario. Y del entonces gerente, luego afamado tesorero: “Bárcenas me dijo: ‘¿Vosotros seréis capaces de organizar un mitin político?”. Correa contestó afirmativamente, claro, y al poco ya eran los únicos encargados de los viajes y los escenarios para los actos del PP, innumerables durante aquellos años 90. En ese equipo de apoyo a Correa no nos podemos olvidar de Jesús Sepúlveda, aznarista puro y entonces esposo de Ana Mato, la actual ministra de Sanidad, que se ocupaba de organizar todos los actos electorales: el complemento perfecto para aglutinar los intereses de todos ellos. Pero seríamos injustos si no mencionáramos en esta breve relación al secretario general que sucedió a Cascos, Javier Arenas, o al propio Rajoy, que fue vicesecretario de Organización y jefe de las campañas de Aznar en 1996 y 2000. O sea, todos ellos, con Correa, en un pañuelo.

Sus modos en la época los relata uno de los empresarios que hacía de verdad los actos, porque Correa se limitaba a ser un mero intermediario, sin tener que desempolvar ni un alicate. “Pagaba siempre en negro. Cuando llegaba a nuestras oficinas parecía el anuncio de Michelín hasta que se iba sacando los sobres con fajos de billetes —entonces eran pesetas— que llevaba metidos entre la ropa”. Y le gustaba alardear: “La nueva mujer de Cascos y la mía se entienden de maravilla, y eso me viene muy bien, porque…”.

Su vida familiar ya había pegado un cambiazo. En 1996 se casa con Carmen Rodríguez Quijano, de la que se separaría una década después. La boda se celebra en Marbella. Les casa Marisol Yagüe, la alcaldesa tránsfuga que, vaya por dios, fue condenada posteriormente a seis años de cárcel por su participación en el llamado caso Malaya. Y aquí, un inciso, porque tiene su explicación que los novios eligieran la localidad malagueña. Y es que el padre de la novia, Emilio Rodríguez Bugallo, amigo y quizá algo más de Juan Antonio Roca y Jesús Gil, constructor y promotor de numerosas viviendas de lujo en la misma ciudad, con su empresa Construcciones Salamanca, S.L, también fue uno de los principales imputados en la operación Malaya. Su hijo y por tanto hermano de Carmen también se llama Emilio, y por la zona se le conoce como Don Emilione. Hay que ver qué gusto tienen en esta familia por los nombres italianos…

Correa hizo entonces una gran jugada. Primero, soltó los 500.000 euros de la fianza que pidió el juez para que se liberara provisionalmente a su suegro, a quien parece, además, que nunca le había gustado el yerno. Era igual: la pasta es la pasta. Luego, ya en 2003, y a través de Luis de Miguel, uno de los primeros removedores del dinero de Correa, se va haciendo con cinco fincas del suegro en Marbella como pago de esa fianza. La nueva propietaria, Inversiones Kintamani. Posteriormente intervendrán para la misma función Blanco Balín y Pablo Crespo. Rodríguez Bugallo murió en 2008. La casa de Madrid de Correa, en la exclusiva urbanización de La Finca, en Pozuelo, todavía estaba a su nombre cuando fue detenido.
Porque esa es otra de las características de Correa: no tiene nada a su nombre, y ni siquiera hacía declaraciones de la renta. Contaba todo a todo el mundo… menos a Hacienda. Así que tenía ocultas, entre otras cosas, que no sabemos, algunas bagatelas como las siguientes: cuentas corrientes en Suiza que alcanzan los 21 millones de euros. ¿Descarta esto que haya más cuentas tal que en las Islas Vírgenes, algún otro paraíso fiscal o en cualquier país latinoamericano? Pues en absoluto. Pero sigamos. Tuvo unas 50 casas —siempre con propietario interpuesto— en Andalucía, las ya citadas de Marbella y en Sotogrande, Baleares, Madrid o Barcelona, entre otros lugares; dos barcos, 22 automóviles de alta gama, garajes y atraques para barcos. Unos 20 millones de euros tirando por lo bajo. Anoten, además, otras residencias en el extranjero: Estados Unidos, Colombia o Panamá.

Ya entonces había comenzado su ampliación del negocio hacia donde de verdad se hallaba la pasta: el sector inmobiliario. Sus jóvenes amigos del PP, a los que había conocido a través de Alejandro Agag, ya eran alcaldes en importantes ayuntamientos madrileños, feudos históricos del PP y que iban a crecer de forma desmesurada en la entrada al siglo XXI. Majadahonda, Pozuelo, Boadilla o Arganda. En 2004 se frena su relación con Génova. Hay quien cree que Bárcenas prescinde de él porque ya el tesorero ha volado a más altas cumbres, y hay quien asegura que fue Rajoy quien ordena el corte tras un extraño episodio de un posible chantaje. Desde entonces, los actos los prepara la empresa Free Handicap, de Elena Sánchez Álvarez, esposa del exministro Juan Costa y cuñada, por tanto, del Ricardo Costa valenciano, tan amante de los relojes y los coches caros. Este mundo, ya se sabe, es como una escalera de gallinero. Así que el conseguidor traslada sus cuarteles a la Comunidad de Madrid, donde encuentra la inestimable colaboración del consejero José Luis López Viejo, que le contrata para ocuparse de todos los actos de la presidenta. Una amistad fructífera, de varios ceros. También se llega a Valencia, donde su empleado Álvaro Pérez, más conocido por El Bigotes, logra hacerse con el absoluto dominio de los contratos de la Generalitat. Iremos viendo cómo el crecimiento del patrimonio de Correa va necesitando apoyos superiores. Tiene que contratar a Crespo, pero tendrá que recurrir a expertos en movimientos de dineros más allá de los Pirineos: serán De Miguel y Blanco Balín. Etiqueta negra, división de honor.

El 6 de febrero de 2009 hacía un día nublado en Sotogrande, la lujosa urbanización gaditana. Decenas de agentes desplegados para su detención acabaron con el sueño de aquel botones de hotel. Trasladado a Madrid, Garzón decretó su ingreso en Soto del Real. Solo el mucho ejercicio y el seguimiento de sus cuentas, en España y fuera de España, le sacaban de periódicas depresiones.
Atrás quedó el gran Correa —ya tan conocido y del que tanto se ha escrito— que tenía permanentemente pagadas dos suites contiguas en el hotel Fénix, su oficina habitual, el que hablaba de las mujeres y sus presuntos ligues en el club Pigmalion como se oye en el CD, el de las propinas de 100 euros o el Correa que se sentaba a comer con alguna señora o caballero importante para hablar de negocios y le dejaba un paquetito en el borde la mesa.

“Ábrelo luego, decía”.

©José María Izquierdo para El País

martes, 11 de febrero de 2014

Caso Gürtel = Caso PP. Capítulo II

Voy a transcribir literalmente la serie de artículos escrita por José María Izquierdo, veterano periodista de El País, sobre el Caso Gürtel. El interés de este foco de corrupción, hace que lo incluya en mi blog, por si alguno de los lectores no hubiera tenido acceso al mismo. Son once capítulos, fruto de un exhaustivo trabajo de investigación que merece la pena leer.
Saquen sus propias conclusiones.
Enlace: Capítulo I


Capítulo II: El largo y tortuoso proceso que ningún torpedo logró frenar

Baltasar Garzón cogió el caso Gürtel en sus manos y fiel a su estilo, apretó a fondo. Para neutralizar sus efectos tuvieron que ponerse a trabajar a tope todas y cada una de las células dormidas que el gran brujo jurídico-judicial del PP, Federico Trillo, había colocado en lugares estratégicos a lo largo de sus muchos años de dirigir o supervisar las tropelías de la derecha judicial, un subgénero especialmente reaccionario de la derecha más rancia de este país. Al mismo nivel, por cierto, que los medios de comunicación españoles, caverna mediática que para sí la quisieran la extrema derecha de algunos países europeos. Unos medios de comunicación que no solo acompañaron, sino que elevaron hasta la repugnancia la desaforada y feroz estrategia de ataque político al Gobierno socialista por parte del PP y todos sus dirigentes. Y juntos, unos y otros, no solo lograron arrancarle el caso Gürtel, sino que acabaron con su carrera como juez. Pero un caso en manos de Garzón durante todo un mes da mucho de sí. Tanto que sobrevivió al letargo del Tribunal Superior de Madrid y sus intentos de dejarlo en nada.

A todas las maniobras espurias hay que añadir la ya endémica situación de falta de medios en la justicia, tanto de jueces como de fiscales, especialmente anticorrupción. El largo y tortuoso caminar del caso Gürtel —cinco años y aún se están recogiendo documentos— es un buen ejemplo de las dificultades que atenazan a la justicia. Menos mal, para la salud democrática del país, que algunos funcionarios públicos, como el juez Ruz, el juez Flors, el juez Ceres o los fiscales anticorrupción han permanecido firmes en su labor de investigar los presuntos delitos.

Las órdenes de detención y registro del 6 de febrero de 2009 que llevaron a Francisco Correa y Pablo Crespo se precipitaron. La policía informa en los últimos días de enero al juez Garzón que Correa, el presunto cabecilla de la red, al que se estaba investigando durante meses, tiene billetes para viajar a Panamá el día 8, donde ya tenía una cierta estructura, al día siguiente de asistir en Barcelona a una celebración familiar. Garzón consulta con la fiscalía, habla con los policías… y se decide a actuar. Correa es detenido en su chalé de la hermosa urbanización de Sotogrande, en Cádiz. Los presuntos delitos, blanqueo de capitales, fraude fiscal, cohecho y tráfico de influencias. De ahí hasta el 5 de marzo en que Garzón se inhibe del caso se desata la galerna. Cuatro días después, el 10 de febrero, ya son 37 los imputados en el caso. Además de los socios de Correa, se multiplican los altos cargos del Partido Popular inmersos en la trama. Llueven las dimisiones. Entre ellos, un consejero del gobierno madrileño, Alberto López Viejo, además de los alcaldes de Boadilla, Arturo González Panero, de Arganda, Ginés López, y Pozuelo, Jesús Sepúlveda, marido de Ana Mato. También cae el ex alcalde de Majadahonda, Guillermo Ortega, que Esperanza Aguirre había premiado con la gerencia del Mercado Puerta de Toledo de Madrid tras tener noticias de varias irregularidades en su municipio. Hay más cargos de la Comunidad de Madrid y de los Ayuntamientos implicados: Benjamín Martín Vasco y Alberto Bosch, diputados regionales, además de unos cuantos responsables de las áreas urbanísticas de los Ayuntamientos implicados. Presuntamente, dinero, regalos, joyas, coches de alta gama o viajes a distintos países le habrían servido a Correa para comprar su voluntad y lograr concursos amañados. Hablamos de cientos de millones de euros. También aparecen diputados como Jesús Merino, cercano colaborador de Soraya Sáenz de Santamaría, eurodiputados como Guillermo Galeote y, sobre todo, el tesorero nacional del partido, el todopoderoso Luis Bárcenas.

Pero hay algo más que extiende el caso Gürtel y le quita su carácter de ser un problema enquistado únicamente en Madrid. En Valencia la nómina de implicados es de mucha altura. Allí el principal implicado es el propio presidente de la Comunidad, Francisco Camps, junto al secretario general de los populares valencianos, Ricardo Costa. La lista de la Comunidad se ampliará después con otros altos cargos: desde el vicepresidente Víctor Campos, hasta una consejera de Turismo, Milagrosa Martínez y su sustituta, Angélica Such, además del ex jefe del gabinete de la consejería, Rafael Betoret. Y no serían los únicos. Las acusaciones, de nuevo, haber recibido prebendas variadas —los conocidos trajes—, relojes de lujo, bolsos de Louis Vuitton y un largo etcétera de atenciones. Allí, en Valencia, el encargado de la empresa —Orange Market, en adaptación muy propia de sus responsables— era Álvaro Pérez, El Bigotes.

Garzón, con la ayuda de la UDEF (la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía) y la implicación de la Fiscalía Anticorrupción, había cosido y dado cuerpo a tres aportaciones clave al caso. La más importante, definitiva en el arranque, un CD con 18 horas de una grabación explosiva que había llevado un exconcejal de Majadahonda del propio PP, José Luis Peñas, y su abogado, Ángel Galindo, a la Fiscalía Anticorrupción, en marzo de 2008. Un año, pues, llevaba trabajando la fiscalía cuando Garzón unió esta denuncia a un fleco de otro caso investigado en el mismo Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional, el del BBVA-Privanza, donde se había investigado a un bufete especializado en ocultar dinero en paraísos fiscales, el del abogado Luis de Miguel. Allí aparecieron unas cuentas a nombre de un entonces desconocido Francisco Correa. Curiosamente, De Miguel era consejero o administrador único de varias de las empresas luego implicadas en Gürtel: Orange Market, Easy Concept, Inversiones Kintamani y Caroki. Pero no solo en ellas, porque también aparece su nombre en Real Estate Equity Portfolio, como TCM o Special Events.

La tercera la aporta —a su pesar— uno de los mismos detenidos. Los policías que fueron a detener al contable de varias de las empresas de la ya conocida como trama Gürtel, José Luis Izquierdo, y tras acompañarle a su casa para continuar el registro, vieron cómo mantenía la mano apretada durante todo el tiempo —prolongado— que duró el registro de la sede de Serrano, 40. Escondía, ya se ve que con escasa perspicacia, un pen drive que los policías incautaron. “El puto pen drive,macho”, que diría después Correa. “Es que sin ese pen drive no tendrían nada, me pongo malo”, añadiría el principal implicado.

Por fin, con toda esta instrucción ya desarrollada y 31 imputados, Garzón decide inhibirse el 5 de marzo —¡solo un mes después y todo lo que había ocurrido!— en favor de los Tribunales Superiores de Justicia de Madrid y Valencia, ante la aparición de aforados y otros altos cargos que no pueden ser juzgados por la Audiencia Nacional, como el presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, por ejemplo. Pero Garzón hace aún una última aportación. Envía una detallada relación de todos los indicios —17 o 18— que implicaban a Luis Bárcenas. Incluso envió copia del auto que debería cursarse al Supremo por su condición de aforado al ser senador por Cantabria. Ahí empieza otra historia. Atormentada.

En el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, el caso cayó en manos de Antonio Pedreira, un juez con fama de honesto pero que atravesaba un grave y duro empeoramiento de una enfermedad progresiva. Daba igual. Las presiones se multiplicaron. La enfermedad, poco a poco, le iba quebrando. Nadie le presta apoyo y el poco que le llega mejor se hubiera quedado en casa. De la Comunidad de Madrid aparecen dos ayudantes que echan una mano a redactar los autos a Pedreira. ¿Ayudantes elegidos por la Comunidad de Madrid tuvieron acceso a todos los papeles? Pues eso parece.

El 16 de junio de 2009, Pedreira remite el caso al Tribunal Supremo en base a los datos que ya le había aportado Garzón sobre Bárcenas, con el añadido de Merino y Galeote. El encargado del caso es el juez Francisco Monterde, que no solo asume lo referido a Luis Bárcenas y Merino, sino que, en contra de algunos pronósticos, pone en marcha todo el procedimiento legal que obliga al extesorero y al exdiputado Merino a pedir su dimisión. Monterde se queda con el caso de ambos pero devuelve lo demás, todo el Gürtel, a Pedreira apenas una semana después, el 24 de junio. Y al cabo de muchos meses de pequeños, lentos y dubitativos pasos por parte del juez instructor y la fiscalía, en contraste con la velocidad de Garzón, ocurren dos cosas. El 8 de junio de 2011, Pedreira decide inhibirse y pasar el caso a la Audiencia Nacional. Pero sorprendentemente, el 1 de setiembre el propio Pedreira acuerda “el sobreseimiento provisional de las actuaciones respecto a D. Luis Bárcenas Gutiérrez”. Un cambio de criterio que aún hoy es un misterio. Pero la propia justicia deshizo el entuerto y la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional acuerda el 15 de marzo de 2012 la nulidad de dicho auto y, por tanto “la continuidad del procedimiento contra el imputado D. Luis Bárcenas Gutiérrez”. Y es entonces cuando el caso llega a Pablo Ruz, un joven juez que había sustituido a Garzón, ya apartado a manotazos de la Audiencia. Y el proceso renace de sus cenizas.

En Valencia el camino no fue menos tortuoso. El 16 de marzo de 2009, el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana recibe las cinco cajas con toda la documentación que le ha hecho llegar Garzón tras su inhibición. Se encarga de la instrucción el juez José Flors. Comienzan los interrogatorios, se conocen los regalos fastuosos, las firmísimas declaraciones del sastre, y el juez fija el día 15 de julio la audiencia preliminar con jurado para sentar a Camps en el banquillo. El presidente recurre y el 3 de agosto —¡oh sorpresa!— el TSJ acuerda, con el voto de dos de los tres magistrados, admitir el recurso de los acusados Francisco Camps, Ricardo Costa, Víctor Campos y Rafael Betoret y ordena el sobreseimiento libre de la causa abierta por supuesto delito de cohecho pasivo. Sorpresa… relativa. El presidente del Tribunal era José Luis de la Rúa. Pocos meses antes, el propio Camps dijo lo siguiente de su juzgador en un acto público: “Tendremos que buscar en el diccionario otra palabra distinta a la de amistad que resuma y defina la íntima y sentida colaboración entre De la Rúa y el presidente de la Generalitat”. Y de la Rúa devolvió el cumplido: “Me siento feliz de esa relación”. Pues ni uno ni otro consideró que la renuncia al tribunal era obligada en el caso que se juzgaba. Anchas tragaderas, como se ve. Menos mal que la insistencia de la Fiscalía Anticorrupción y del diputado socialista Ángel Luna con sus recursos, además de todos los datos que aparecían en Madrid sobre las relaciones de El Bigotes y Camps y el resto de acusados, obligó al TSJ a reabrir el caso.

Al final, pues, todas las zancadillas del PP fracasaron y 70 cargos del partido —uno más, uno menos— caminan con todas las vergüenzas al aire hacia el desagradable banquillo de los acusados.

© Jose María Izquierdo, para El País

lunes, 10 de febrero de 2014

¿Por qué la derecha de España y el PP en particular odian al cine español?

El odio que la derecha de España y el PP en particular, le tiene al cine español es incomprensible. Oir hoy los comentarios de ese personaje sacado del TBO, llamado Martínez Pujalte -¿Se acuerdan de Martínez el facha, de El Jueves, la revista que sale los miércoles?-, a mi me producen vómitos por la bilis que destila ese individuo. Leer hoy el editorial de ese bodrio llamado Libertad Digital -¿Por qué todos aquellos a los que no le gusta la libertad real, usan esa bendita palabra?-, da más asco que bañarse en las babas de Rajoy producidas al pronunciar la letra s. Por otro lado, el defensor etílico de barras de bares confusos y modelo de presentador televisivo ataviado con pijamas de hospital, Hermann Tertsch -joder, escribir su nombre es más difícil que escucharle-, utiliza la red social Twitter, para atizar sobre todo a la familia Bardem. No olvidemos a Fedeguico, el cual los bautizó con el noble nombre de titiriteros, pero de forma peyorativa.
¿Por qué ese odio? ¿Será que no están de acuerdo con ellos y como todo petimetre autoritario insulta y veja a los que no piensan igual? ¿Será que se quedaron anclados en las Chicas de Colsada, las rancias, casposas y machistas películas de Arturo Fernández o en los personajes heroicos de Alfredo Mayo? Puede ser. Deben de ser "gente de orden" y no soportan las críticas, y menos venidas del mundo cultural.
La Gala de los Premios Goya, pudo haber gustado más o menos, pudo haber sido entretenida o coñazo, pero lo que no en ningún momento fue, una plataforma de insultos y descalificaciones, tanto personales como colectivas, como han vertida hoy los medios conservadores y una serie de portavoces y voceros dignos de la prensa del movimiento nacional.
Pensar y opinar distinto, no es malo, todo lo contrario, y usar los actos con repercusión, han sido, son y serán los altavoces más idóneos para difundir los mensajes que uno quiera divulgar. Parece ser que para esta gente pepera y conservadora, estar calladito aguantando todo tipo de agresiones, es lo lógico y lo recomendable. Resignación cristiana, lo llaman.
De un sector de la población que tiene como artistas ídolos (vivos) al ya mencionado Arturo Fernández, a Naty Mistral y a Norma Duval, no puede esperarse otra cosa. ¡Cómo echan de menos aquellos gloriosos filmes como Raza con guión de Jaime de Andrade, más conocido como Francisco Franco Bahamonde, y las divertidas historias de Paco Martinez Soria! ¡Eso era cine del bueno y no lo que se hace ahora!
Pero vuelvo a la pregunta del título: ¿Por qué la derecha de España y el PP en particular odian al cine español? Agradecería alguna respuesta. Gracias.

viernes, 7 de febrero de 2014

Caso Gürtel = Caso PP. Capítulo I

Voy a transcribir literalmente la serie de artículos escrita por José María Izquierdo, veterano periodista de El País, sobre el Caso Gürtel. El interés de este foco de corrupción, hace que lo incluya en mi blog, por si alguno de los lectores no hubiera tenido acceso al mismo. Son once capítulos, fruto de un exhaustivo trabajo de investigación que merece la pena leer.
Saquen sus propias conclusiones.

Se cumplen ahora cinco años de aquella mañana del 6 de febrero de 2009, en la que decenas de policías se desplegaron por la exclusiva urbanización gaditana de Sotogrande, por algunas calles del elegante barrio de Salamanca madrileño y por diversas poblaciones de los alrededores de la capital. El juez Baltasar Garzón había firmado las correspondientes órdenes de registro y detención y en la redada cayeron, entre otros, Francisco Correa y Pablo Crespo, los grandes jefes de una trama de corrupción que implicaba de arriba abajo al Partido Popular. Comenzaba a circular el caso Gürtel. Dicen quienes saben alemán que correa se traduce Leine; Gürtel sería cinturón. Solo matices. Cinco años más tarde, casi 200 imputados esperan juicio en la Audiencia Nacional y en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. La causa, gigantesca: más de 2.000 tomos.
Cuenta un juez de los que han intervenido en la instrucción del caso que lo que en una primera aproximación aparentaba ser cosa de cuatro amiguetes se ha convertido finalmente en la acusación más directa contra la transparencia en la financiación de un determinado partido político. Un segundo juez da un paso más allá, y reconoce que todas las piezas del rompecabezas encajaron en su sitio cuando vio que se enfrentaba, nítidamente, a los modos y maneras de unos individuos organizados para delinquir. Ante una banda de delincuentes.
No hay entre el caso Gürtel y el caso Bárcenas una separación nítida, porque la suciedad nunca tiene límites perfectamente definidos. El llamado caso Bárcenas es —por ahora— tan solo una pieza separada del caso Gürtel. El tesorero, aquel que señaló el pícaro Correa, está en la cárcel porque es uno de los principales imputados en Gürtel. Pero les decíamos que su propio caso ha alcanzado tal volumen de dinero y notoriedad pública que se merece otra serie. La tendrá. Porque ya el desarrollo de la Gürtel, sin el gran tesorero, tiene lo suyo.
Porque quisieron hacernos creer desde el Partido Popular que el caso Gürtel apenas si era la peripecia —mínima, por otra parte— de cuatro pícaros que se habían aprovechado de la buena fe y aún mejor nombre del partido. Llegó a decirlo, con una pomposidad digna de mejor causa, el propio Mariano Rajoy, en una comparecencia inolvidable en el discurrir de esta historia. Era el 11 de febrero de 2009 cuando el líder del PP aparecía ante la opinión pública rodeado de la plana mayor de su partido, incluidos los líderes regionales, en un acto colectivo de todos a una con el líder natural, más propio de una dictadura bananera que de una democracia consolidada. Pero daba perfecta cuenta de su enorme preocupación.

“Esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP”, clamó en una intervención que convendría leer con calma cinco años después para compararla con los hechos —hechos, repetimos— que la justicia ha ido probando uno a uno. Y en esa presunta trama el PP incluyó a jueces, fiscales y policías, todos ellos acusados de servil sometimiento a la vesania de los malvados Rubalcaba y Zapatero. ¡Cuánta mentira aquel día! Un repaso por aquella foto no deja de tener su interés. Flanquean al líder Dolores de Cospedal y Ana Mato; detrás, Francisco Camps; a dos metros, Javier Arenas y Esperanza Aguirre; a tres, Rita Barberá, y a cuatro, Federico Trillo, a quien encargó en ese mismo acto, como todo el mundo pudo entender, que dirigiera la batalla contra ese juez osado que se había atrevido a mover las placenteras aguas de la copiosa financiación del partido: Baltasar Garzón era el objetivo, como el propio Rajoy dejó dicho con nombre y apellido. Todos estos circunspectos escoltas irán saliendo, de una forma u otra, en esta historia de corrupción y miserias. Porque a pesar de las palabras de Rajoy, el caso Gürtel sí es una trama del PP. Y lo es del partido a todos sus niveles: nacional —con la sede de Génova en el centro de la tempestad—, autonómico —Madrid y Valencia, aunque no solo— y, por supuesto, municipal: Arganda, Majadahonda, Pozuelo, Boadilla…
Y es que Gürtel —su equipo, su alineación— es inseparable del PP. Se adhiere a él como una segunda piel. No habría uno sin el otro. Siameses: trama Correa-cargos del PP. Y por eso, porque sí es una historia del PP, hay más de 70 excargos del partido imputados en las distintas causas, y por eso la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF), de su propio Ministerio del Interior, en su informe definitivo del 30 de diciembre de 2013, señala hasta cinco veces que el Partido Popular se ha servido durante años y años de la trama Gürtel para financiar, entre otras cosas, sus actos electorales. Allí están las facturas y allí están los proveedores. ¿Todo era una maniobra contra el inocente PP?
Es cierto que este drama tiene un punto de fuga algo ridículo. Veremos aparecer a un atildado conseguidor con aires de gánster de la Ley Seca al que le gusta que le llamen don Vito, como a Marlon Brando en El Padrino. Está también El Bigotes, personaje más bien bufo que parece escapado de una película de Pajares y Esteso. Y precisamente de ahí, de Pajares, proviene. Hay, además, alguna mamachicho. Y están el Albondiguilla, el Gafitas, el Rata, la Perla, la Barbie y hasta un tal Luis, que parece ser que era un cabrón. Habrá, también, viajes de fantasía y relojes de lujo. Muchos, muchísimos relojes de lujo. Sin olvidarnos de que Correa y su socio, El Bigotes, se gastaron 481.000 euros en un espectáculo con —atentos— Marlene Morreau, Malena Gracia y Rosanna Walls. La obra, que se estrenó en Barcelona en 2005, duró exactamente tres días. Se titulaba, hay que verlo, Las corsarias.
Pero no nos dejemos engañar, porque también hay personajes de alto copete. Por ejemplo, el todopoderoso tesorero del partido, despacho a diez metros del de Rajoy, presidentes de comunidades autónomas, consejeros autonómicos, alcaldes, mandos del partido y dirigentes de todas las autonomías en las que gobernaba el PP, con lugar destacado para el que fuera secretario de organización del propio partido en Galicia. La nómina se engorda con flamantes empresarios, algún vicepresidente de petrolera, expertos en finanzas internacionales y abundantes amigos y familiares de aquel presidente que gobernó España de 1996 a 2004 que se llamaba José María Aznar. Hay, también, amplitud geográfica: Suiza, Miami, Nueva York, Panamá o Venezuela. Pero también mencionaremos las islas Vírgenes, Singapur o la Polinesia. Ya puestos, hasta aparecerá en esta historia un papa, Benedicto XVI, lluvia divina rápidamente transformada en euros para las arcas de aquella trama. Así que cuidado con que la anécdota nos tape lo fundamental: estamos ante un asunto gigantesco, un robo a mano armada de bienes públicos de una banda formada por puros atracadores con la connivencia de estirados neoliberales que echan pestes de lo público, pero que tanto gustan de echarse sus dineros a la faltriquera, que tanta falta les hacen para engordar cuentas en Suiza, lucir coches de lujo o llegarse en viajes de novios a islas exóticas y hoteles paradisiacos.
La solemne aparición de Rajoy aquel día en la sede del PP pretendía conjurar el peligro que todo el PP vio llegar, con la firma torrencial de Garzón. El juez, la Fiscalía Anticorrupción y la UDEF llevaban trabajando un par de años y empalmaba, ya lo veremos, con otro caso anterior, el de las cuentas del BBVA-Privanza. Los mortales habíamos descubierto unos días antes que había un señor que se llamaba Francisco Correa y que parecía ser el jefe de una cuadrilla de delincuententes, tal como los pinta Hollywood; su segundo se llamaba Pablo Crespo y aparentaba un mayor empaque en la figura. Pronto se vio que tanto uno como otro no es que estuvieran relacionados con el PP, no, es que estaban encarnados en él.

Según la contabilidad oficial del partido, la trama comenzó a contratar con ellos en 1993. La primera factura registrada en sus libros oficiales, por un valor de 25.191 pesetas, apenas 150 euros, aparece junto a las iniciales FCS, Francisco Correa Sánchez. Desde entonces, y a través de decenas de empresas —Special Events, Easy Concept, Good and Better, etcétera—, llegó a facturar al partido más de 50 millones. Un largo pero jugoso camino. Empezó Correa organizando viajes y acabó haciéndose cargo de miles de actos electorales de las 14 elecciones —generales, autonómicas, locales— que se celebraron en aquellos 11 años, desde 1993 hasta 2004. Y siguió después en otras comunidades, con Madrid y Valencia en posición muy destacada. Entre medias, a finales de los noventa habían abierto otra vía de expolio. Los billetes de avión, los vinilos y las sillas eran poco botín para un grupo tan ambicioso. Pensaron que el dinero de verdad estaba en el boom inmobiliario que se veía venir. Los Ayuntamientos, se dijeron. Ahí está la pasta. Donde ya campaban por sus respetos los compadres de las nuevas generaciones del partido que Correa frecuentó durante aquellos años con su amigo Alejandro Agag: Ginés López, Guillermo Ortega, González Panero… Pero no adelantemos acontecimientos.
Logró el dicharachero agente de viajes codearse con todos los cargos más relevantes de la dirección del partido durante toda la década de los noventa. Se acercaba con frecuencia al mismísimo José María Aznar. Charlaba y negociaba con el todopoderoso gerente, Luis Bárcenas, tantos años en la sombra y quizá otros tantos a la sombra. De su mano hacía mangas y capirotes. O con los secretarios generales de la época, Francisco Álvarez-Cascos y Javier Arenas. Chalaneaba con todos los cargos y dedicaba notables —y caros— cuidados hacia quienes tenían mano en las campañas electorales, como Jesús Sepúlveda, el marido de Ana Mato, o el secretario del gran jefe, Antonio Cámara. También tuvo tiempo para confraternizar, y mucho, con Alejandro Agag, que pronto sería el yerno de Aznar y Botella, tras ejercer de testigo en aquella desaforada ceremonia de El Escorial el 5 de noviembre de 2002, cuando el adusto y austero presidente del Gobierno perdió las vergüenzas y se transmutó en rumboso y pródigo dirigente. Volveremos a la Basílica en otra pieza. Se lo merece.
Decimos que la Fiscalía Anticorrupción y la policía llevaban dos años trabajando en investigar esta trama. Pero antes, al hilo de la investigación del Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional en torno a las cuentas secretas del BBVA-Privanza, se registraron varios despachos de abogados expertos en blanqueo de dinero y en desviar cuentas a paraísos fiscales. En el de Luis de Miguel se encontraron pistas sobre unas cuentas a nombre de un tal Francisco Correa. Se abrió pieza separada. En paralelo, la Fiscalía y la policía llevaban trabajando dos años en un caso en el que aparecía el mismo nombre. El 7 de noviembre de 2007, un exconcejal del PP de Majadahonda, José Luis Peñas, acompañado del abogado Ángel Galindo, presentó una explosiva denuncia ante la UDEF. No era cualquier cosa. Se trataba de una denuncia muy detallada, con abundantes anexos documentales y societarios sobre el modo de proceder de Correa y sus gentes, de manera muy especial en los Ayuntamientos de Madrid dominados por el PP: Arganda, Boadilla, Majadahonda, Pozuelo… Y entregan algo más: un CD con 18 horas de grabaciones… y su transcripción. En marzo de 2008, Peñas y Galindo ratifican la denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción.
Aquello tenía dinamita. Los datos eran abrumadores, y las voces, demoledoras. Peñas había estado grabando dos años las conversaciones de Correa. Terribles en fondo y forma. Por lo que se contaba en ellas y por cómo se contaba. La extorsión, el chantaje, la compra de políticos y funcionarios por parte de un chulo de barrio que presumía de su poder y su capacidad de comprar voluntades. Todo estaba ahí. Y apuntaba al centro del Partido Popular y sus aledaños. Sin estos papeles que aportaron Peñas y Galindo quizá hoy no tendríamos caso Gürtel. Para completar la acción, lo que faltaba pronto se encontró. En el registro de la oficina principal de la trama, en la madrileña calle de Velázquez, número 40, aparecieron los apuntes contables con sus correspondientes nombres, desde consejeros y diputados de la Comunidad de Madrid hasta aquellas ya famosas referencias a L. B. o L. Bárcenas, junto a centenares de pruebas de similar importancia. José Luis Izquierdo, el contable o administrador, los tenía grabados en un pen drive. Relojes de miles de euros, coches todoterreno, viajes de novios, trajes de marca, dinero en efectivo… Todos los cohechos estaban documentados y debidamente anotados en la casilla correspondiente. Compraban, vendían, especulaban, engañaban, robaban. En unos casos era un centro de deporte de alto nivel que nunca se construyó, como en Boadilla del Monte. En otros, como Majadahonda, oficinas de información al ciudadano superfluas y costosísimas. Y en todos, el amaño de contratos en favor de quienes tan generosos eran para pagar sus caprichos. Era, entre otras cosas, la demostración de la especulación inmobiliaria que alimentó la corrupción más descarnada. Es la terrible complicidad y conchabamiento de constructoras y política. A todos los niveles.
En 2004, decíamos antes, la mala fama de los chicos de Correa y sus chanchullos en los Ayuntamientos ya ha trascendido a Génova. Quizá por inconsciencia o quizá por excesiva avaricia, habían tocado puntos neurálgicos que deberían haber dejado quietos. Como Majadahonda, donde reinaba el todopoderoso Ricardo Romero de Tejada, exalcalde y secretario regional del partido. Tampoco Luis Bárcenas necesitaba de sus servicios, que por entonces volaba hacia destinos más sustanciosos y de nivel muy superior. Ya habían hecho también sus negocios con AENA cuando Álvarez-Cascos era ministro de Fomento. Así que la trama se centra con fuerza en la Comunidad de Madrid y en Valencia. En el reino de Esperanza Aguirre se cuenta con la inestimable colaboración de Alberto López Viejo, consejero y ayudante de campo de la presidenta, por mucho que —ahora, en diciembre— insistiera la lideresa ante el juez que no era su hombre de confianza. El Bigotes despliega toda su batería de encantos en la Comunidad Valenciana y organiza todo un espectáculo de brillante colorido: chalé en La Nucía (Alicante) y piso de lujo en la capital, motos espectaculares, chaquetas y chaquetillas a medida, manos largas para el regalo y frases dulzonas para la adulación a cursis redomados y señoras educadísimas. Se trafica con marquesinas y carpas, pero también con el pabellón de Fitur o la visita del Papa en 2006, y para ello se cuenta con la inestimable colaboración de la dirección de Canal 9, hoy cerrada, víctima de sus muchas miserias. Pero Orange Market se dedica, sobre todo, a hacer lo que en Madrid habían hecho durante años. Obras verdaderas y falsas, y facturas verdaderas y falsas. Más lo segundo que lo primero. Financiación ilegal del PP, dicen las causas que hay abiertas en Valencia.

Garzón había desatado la galerna con aquellas órdenes de detención, y el PP —pillado in fraganti— no podía consentir que todos los ciudadanos viéramos sus muchas vergüenzas. Desatados sus dirigentes y alertados los estrategas, comenzaron entonces todas las batallas para evitar los daños. Desde las mentiras repetidas una y otra vez hasta las presiones indisimuladas a algunos jueces, como a un debilitado por una dura enfermedad Antonio Pedreira, maniobra orquestada por el siempre dispuesto Federico Trillo, incluidas las coacciones y amenazas a testigos comprometidos. ¿Se acuerdan de las visitas del exministro a la sastrería de José Tomás, que aguantó a pie firme una canallesca persecución del PP y su prensa adicta? Aquello no debía prosperar, y hay que reconocer que el actual embajador en Londres obtuvo algún triunfo relevante. Hoy, cinco años después de aquel auto de detención, la justicia solo ha redactado una condena: la de Baltasar Garzón. Esa vergonzante expulsión, más la dilación del caso, tan favorable a la causa, han sido algunos de sus triunfos. Pero a pesar de que en la tramitación judicial el PP intentó lo que no está escrito, impúdicos tejemanejes incluidos, nunca lograron frenar del todo el paso implacable del Estado de derecho.
Pero en el PP no contaban con la independencia de algunos o algunas fiscales anticorrupción, en la Audiencia Nacional y en Valencia, así como el arrojo de algunos jueces que han seguido adelante con el caso en Madrid y en Valencia —Garzón, Pedreira, Ruz, Flors, Ceres— a pesar de las dificultades y las zancadillas, con una investigación tan compleja como esta. Se avanza renqueando y a rastras, pero se avanza. Al esfuerzo y valor de quien acabamos de citar debemos agradecérselo. El sistema democrático funciona gracias a ellos.
En los siguientes capítulos iremos viendo —con detalle— cómo actuaban unos y otros. Una vergüenza, un descaro, una impudicia. De los Correas y de los cargos del PP. Porque Gürtel es un caso de ambos.

                                                                    © José María Izquierdo para El País