Saquen sus propias conclusiones.
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Aquí ponemos fin a
esta serie. Queda un largo trecho, quizá un año, para que los acusados se
sienten en el banquillo. Hay que felicitarse por lo conseguido, que no es todo
pero es mucho.
Y ahora es el turno de Ruz y Valencia
Sus más de 2.000 tomos
hacen del caso Gürtel el más voluminoso que se ha visto en la Audiencia
Nacional, ya de por sí acostumbrada a grandes causas. Más de cien imputados y
casi otros tantos abogados defensores: más de 80. Ya dijimos que se han cursado
147 comisiones rogatorias a 21 países. Y en Valencia hay abiertas seis
causas para el mismo caso. Jueces, oficiales de juzgados, secretarias, decenas
de técnicos de Hacienda y de policías han dedicado miles y miles de horas de
trabajo a esta minucia que decía el PP. La lista de presuntos delitos es larga,
larga: blanqueo de dinero, cohecho, fraude fiscal, prevaricación, tráfico de
influencias, falsedad en documento público, oficial y mercantil, financiación
ilegal, malversación de caudales públicos… ¿Volumen económico? Todavía
imposible de calcular, pero piensen, seguramente, en unas cuantas decenas de
millones o incluso cientos. Un dinero.
Quienes conocen bien
el caso creen que este mes de febrero, justo a los cinco años de aquellos autos
de Garzón, el juez Pablo Ruz puede tener ya todos los datos sobre su
mesa, porque habrán acabado de llegar los informes de la UDEF, la Intervención
General del Estado y la Agencia Tributaria. Incluso ya están aquí los
resultados de todas las comisiones rogatorias enviadas a Suiza y a otros
países, incluidos varios paraísos fiscales y hasta la Sección Cuarta de la
Audiencia decretó el martes pasado que la práctica totalidad de las pruebas
obtenidas durante los cinco años de investigación del caso Gürtel son
válidas, porque las escuchas ordenadas por Garzón "no contaminan el
resto de la causa". De nuevo, fracaso de las defensas para intentar anular
el proceso.
Pablo Ruz, un juez
joven, tiene 38 años, y escasamente conocido del gran público, se hizo cargo
provisionalmente del Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional en junio de
2010, tras el triunfo de la persecución contra Garzón. Desde entonces ha
llevado a cabo un trabajo gigantesco en un juzgado que tiene a su cargo,
además, otros muchos casos, entre ellos algunos tan importantes y mediáticos
como la SGAE -unos 120 tomos-, Nueva Rumasa o, últimamente, Pescanova o Neymar.
Todo un despropósito de acumulación de trabajo -y responsabilidad- para un solo
juez.
Hay quien duda de que
sea posible celebrar un macrojuicio con más de cien acusados sentados en un
banquillo kilométrico. Pero fuentes que conocen bien los entresijos de la
Audiencia y la complejidad de Gürtel, creen que el juez Ruz podría estar
pensando en separar el caso en dos -hay antecedentes muy conocidos, como el
caso KIO- y dejar para una segunda fase algunos aspectos concretos. Con todo,
hay que tener en cuenta que Bárcenas debería ser juzgado en el primer bloque,
porque las causas con preso tienen preeminencia. Boadilla y Arganda, dada la
complejidad de las cuentas en el extranjero, podrían quedarse para una segunda
fase. Se dejaría así dos juicios de una medida manejable. Se opondrán algunos
defensores, que preferirían, si no hay más remedio que ir a juicio -aún
intentarán la nulidad por otras vías-, el jaleo y la confusión del macrojuicio.
La teoría del río revuelto. ¿Y hay fecha en el horizonte para esa vista? Las
mismas fuentes confían en que sea el año próximo, el 2015, el definitivo.
Muchos años desde el inicio de la instrucción para los profanos, pero no
excesiva tardanza para los criterios de un sistema tan garantista como el
español y en el que muchos de los acusados, y el PP en primer lugar, de manera
deplorable, han puesto todos los palos posibles en las ruedas de la maquinaria
judicial.
Aunque es cierto que
la justicia no siempre va lenta. Con Baltasar Garzón, (Torres, Jaén, 1955) fue
incluso a velocidad de Usain Bolt. Porque por ahora, el resumen judicial del caso
Gürtel es descorazonador. Ya hemos visto que hay, hasta el momento, un solo
condenado de primera división: Baltasar Garzón, mientras también hay un
absuelto de primera división: Francisco Camps. La realidad, a veces, parece una
broma de mal gusto.
En Valencia la escasez
de medios sí es patente. Con 53 imputados por Gürtel, pero otros tantos por
distintos casos de corrupción -Blasco, Brugal, Alperi-, los cuatro jueces solo
cuentan con dos secretarios judiciales y siete funcionarios. Sirva como dato
risible que solo hay una fotocopiadora, que además sirve de escáner, lo que
hace que las colas para recoger la documentación se hagan interminables. Hace
un mes que se ha conseguido un juez de apoyo. Y hay, parece mentira, dos jueces
anticorrupción que han trabajado, y trabajan, con un afán y un rigor
encomiables. Allí, las seis causas van a tener que esperar meses incluso para
tener fecha de juicio. El caso Fitur ya está cerrado para la vista,
pero como se está celebrando otro juicio por corrupción, el caso Blasco,
no podrá fijarse fecha hasta que éste termine.
Mientras, los
principales acusados de la trama -Correa y sus ayudantes- han decidido no
declarar. Una defensa perfectamente coordinada que ha preferido confiar en las
triquiñuelas jurídicas mejor que en probar la inocencia de los acusados. Quizá
porque esto último, a la vista de las innumerables y patentes pruebas, sea un
imposible. Se puede hacer una pregunta, aunque no sepamos la respuesta: ¿Y
quién dirige y coordina a tantos abogados? Nadie se atreve a contestar con
certeza absoluta. Si primero fue Federico Trillo -o eso opinan muchos
de los consultados por EL PAÍS-, hoy algunas fuentes dudan entre alguno de los
abogados de los imputados, sobre todo José Antonio Choclán, ex juez y ahora
defensor de Correa o Luis Rodríguez Ramos, que lo es de los hermanos Martín
Vasco, Jesús Merino y Guillermo Ortega. Pero hay quien no descarta alguna
"ayuda externa", con un nombre cercano a Trillo: Adolfo Prego, ex
magistrado del Supremo y actual defensor de Dolores de Cospedal. Prego es,
además, hombre de convicciones firmes. Ultraderechistas, pero firmes.
Lo dijimos el primer
día. Los ciudadanos tenemos mucho que agradecer a un grupo de funcionarios, con
sueldos en muchos casos menos que medianos, que se creyeron su misión y
trabajaron -y trabajan- durante horas y horas para esclarecer los complejos
casos a los que se enfrentan. Gracias al empeño de los anteriores y actuales
jueces de la causa, Garzón, Flors, Ruz y Ceres, a la labor de los fiscales
encargados del caso, el trabajo policial y de los técnicos de Hacienda, además
de todo el personal auxiliar preciso, el caso Gürtel ha logrado salir
adelante.
Conviene recordarlo en
estos tiempos de desprecio y desafección hacia todo lo público y, de manera muy
especial, hacia la Justicia.
Bárcenas, que todo lo puede
La presencia de Luis
Bárcenas, 56 años, en la administración del PP desde 1982, gerente del partido
y tesorero en 2008 nombrado por Mariano Rajoy, hace que todo el caso
Gürtel dé un salto gigantesco de calidad. El extesorero, con capacidades
escaladoras y trepadoras reconocidas, es un elemento clave para entender qué ha
unido durante tantos años al Partido Popular con la trama Correa. Queda mucho
por ver del todopoderoso personaje, desde sus modestos inicios en el partido
con Ángel Sanchís, hoy también imputado, hasta contemplarle en Soto del Real
con casi 50 millones de euros en cuentas bloqueadas en Suiza. Es tanta su
potencia y volumen —amo absoluto de los multimillonarios dineros del PP durante
años— que sin duda requiere de cuidados muy precisos. No hay judicialmente un
“caso Bárcenas”, pero sí hay un “caso Bárcenas” que desentrañar. En algún
momento habrá que hacerlo.
© José María Izquierdo, para El País
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