lunes, 31 de marzo de 2014

Caso Gürtel = Caso PP. Capítulo XI y último

Voy a transcribir literalmente la serie de artículos escrita por José María Izquierdo, veterano periodista de El País, sobre el Caso Gürtel. El interés de este foco de corrupción, hace que lo incluya en mi blog, por si alguno de los lectores no hubiera tenido acceso al mismo. Son once capítulos, fruto de un exhaustivo trabajo de investigación que merece la pena leer.
Saquen sus propias conclusiones.
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Aquí ponemos fin a esta serie. Queda un largo trecho, quizá un año, para que los acusados se sienten en el banquillo. Hay que felicitarse por lo conseguido, que no es todo pero es mucho.

Y ahora es el turno de Ruz y Valencia

Sus más de 2.000 tomos hacen del caso Gürtel el más voluminoso que se ha visto en la Audiencia Nacional, ya de por sí acostumbrada a grandes causas. Más de cien imputados y casi otros tantos abogados defensores: más de 80. Ya dijimos que se han cursado 147 comisiones rogatorias a 21 países. Y en Valencia hay abiertas seis causas para el mismo caso. Jueces, oficiales de juzgados, secretarias, decenas de técnicos de Hacienda y de policías han dedicado miles y miles de horas de trabajo a esta minucia que decía el PP. La lista de presuntos delitos es larga, larga: blanqueo de dinero, cohecho, fraude fiscal, prevaricación, tráfico de influencias, falsedad en documento público, oficial y mercantil, financiación ilegal, malversación de caudales públicos… ¿Volumen económico? Todavía imposible de calcular, pero piensen, seguramente, en unas cuantas decenas de millones o incluso cientos. Un dinero.

Quienes conocen bien el caso creen que este mes de febrero, justo a los cinco años de aquellos autos de Garzón, el juez Pablo Ruz puede tener ya todos los datos sobre su mesa, porque habrán acabado de llegar los informes de la UDEF, la Intervención General del Estado y la Agencia Tributaria. Incluso ya están aquí los resultados de todas las comisiones rogatorias enviadas a Suiza y a otros países, incluidos varios paraísos fiscales y hasta la Sección Cuarta de la Audiencia decretó el martes pasado que la práctica totalidad de las pruebas obtenidas durante los cinco años de investigación del caso Gürtel son válidas, porque las escuchas ordenadas por Garzón "no contaminan el resto de la causa". De nuevo, fracaso de las defensas para intentar anular el proceso.

Pablo Ruz, un juez joven, tiene 38 años, y escasamente conocido del gran público, se hizo cargo provisionalmente del Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional en junio de 2010, tras el triunfo de la persecución contra Garzón. Desde entonces ha llevado a cabo un trabajo gigantesco en un juzgado que tiene a su cargo, además, otros muchos casos, entre ellos algunos tan importantes y mediáticos como la SGAE -unos 120 tomos-, Nueva Rumasa o, últimamente, Pescanova o Neymar. Todo un despropósito de acumulación de trabajo -y responsabilidad- para un solo juez.

Hay quien duda de que sea posible celebrar un macrojuicio con más de cien acusados sentados en un banquillo kilométrico. Pero fuentes que conocen bien los entresijos de la Audiencia y la complejidad de Gürtel, creen que el juez Ruz podría estar pensando en separar el caso en dos -hay antecedentes muy conocidos, como el caso KIO- y dejar para una segunda fase algunos aspectos concretos. Con todo, hay que tener en cuenta que Bárcenas debería ser juzgado en el primer bloque, porque las causas con preso tienen preeminencia. Boadilla y Arganda, dada la complejidad de las cuentas en el extranjero, podrían quedarse para una segunda fase. Se dejaría así dos juicios de una medida manejable. Se opondrán algunos defensores, que preferirían, si no hay más remedio que ir a juicio -aún intentarán la nulidad por otras vías-, el jaleo y la confusión del macrojuicio. La teoría del río revuelto. ¿Y hay fecha en el horizonte para esa vista? Las mismas fuentes confían en que sea el año próximo, el 2015, el definitivo. Muchos años desde el inicio de la instrucción para los profanos, pero no excesiva tardanza para los criterios de un sistema tan garantista como el español y en el que muchos de los acusados, y el PP en primer lugar, de manera deplorable, han puesto todos los palos posibles en las ruedas de la maquinaria judicial.

Aunque es cierto que la justicia no siempre va lenta. Con Baltasar Garzón, (Torres, Jaén, 1955) fue incluso a velocidad de Usain Bolt. Porque por ahora, el resumen judicial del caso Gürtel es descorazonador. Ya hemos visto que hay, hasta el momento, un solo condenado de primera división: Baltasar Garzón, mientras también hay un absuelto de primera división: Francisco Camps. La realidad, a veces, parece una broma de mal gusto.

En Valencia la escasez de medios sí es patente. Con 53 imputados por Gürtel, pero otros tantos por distintos casos de corrupción -Blasco, Brugal, Alperi-, los cuatro jueces solo cuentan con dos secretarios judiciales y siete funcionarios. Sirva como dato risible que solo hay una fotocopiadora, que además sirve de escáner, lo que hace que las colas para recoger la documentación se hagan interminables. Hace un mes que se ha conseguido un juez de apoyo. Y hay, parece mentira, dos jueces anticorrupción que han trabajado, y trabajan, con un afán y un rigor encomiables. Allí, las seis causas van a tener que esperar meses incluso para tener fecha de juicio. El caso Fitur ya está cerrado para la vista, pero como se está celebrando otro juicio por corrupción, el caso Blasco, no podrá fijarse fecha hasta que éste termine.

Mientras, los principales acusados de la trama -Correa y sus ayudantes- han decidido no declarar. Una defensa perfectamente coordinada que ha preferido confiar en las triquiñuelas jurídicas mejor que en probar la inocencia de los acusados. Quizá porque esto último, a la vista de las innumerables y patentes pruebas, sea un imposible. Se puede hacer una pregunta, aunque no sepamos la respuesta: ¿Y quién dirige y coordina a tantos abogados? Nadie se atreve a contestar con certeza absoluta. Si primero fue Federico Trillo -o eso opinan muchos de los consultados por EL PAÍS-, hoy algunas fuentes dudan entre alguno de los abogados de los imputados, sobre todo José Antonio Choclán, ex juez y ahora defensor de Correa o Luis Rodríguez Ramos, que lo es de los hermanos Martín Vasco, Jesús Merino y Guillermo Ortega. Pero hay quien no descarta alguna "ayuda externa", con un nombre cercano a Trillo: Adolfo Prego, ex magistrado del Supremo y actual defensor de Dolores de Cospedal. Prego es, además, hombre de convicciones firmes. Ultraderechistas, pero firmes.

Lo dijimos el primer día. Los ciudadanos tenemos mucho que agradecer a un grupo de funcionarios, con sueldos en muchos casos menos que medianos, que se creyeron su misión y trabajaron -y trabajan- durante horas y horas para esclarecer los complejos casos a los que se enfrentan. Gracias al empeño de los anteriores y actuales jueces de la causa, Garzón, Flors, Ruz y Ceres, a la labor de los fiscales encargados del caso, el trabajo policial y de los técnicos de Hacienda, además de todo el personal auxiliar preciso, el caso Gürtel ha logrado salir adelante.
Conviene recordarlo en estos tiempos de desprecio y desafección hacia todo lo público y, de manera muy especial, hacia la Justicia.

Bárcenas, que todo lo puede
La presencia de Luis Bárcenas, 56 años, en la administración del PP desde 1982, gerente del partido y tesorero en 2008 nombrado por Mariano Rajoy, hace que todo el caso Gürtel dé un salto gigantesco de calidad. El extesorero, con capacidades escaladoras y trepadoras reconocidas, es un elemento clave para entender qué ha unido durante tantos años al Partido Popular con la trama Correa. Queda mucho por ver del todopoderoso personaje, desde sus modestos inicios en el partido con Ángel Sanchís, hoy también imputado, hasta contemplarle en Soto del Real con casi 50 millones de euros en cuentas bloqueadas en Suiza. Es tanta su potencia y volumen —amo absoluto de los multimillonarios dineros del PP durante años— que sin duda requiere de cuidados muy precisos. No hay judicialmente un “caso Bárcenas”, pero sí hay un “caso Bárcenas” que desentrañar. En algún momento habrá que hacerlo.


© José María Izquierdo, para El País

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