Saquen sus propias conclusiones.
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El reino de ‘El Albondiguilla’ y sus afanosos
colaboradores
Boadilla del Monte es
un municipio de 50.000 habitantes al oeste de Madrid. No son muchos, pero eran
menos hace muy poco: 20.000 en 2000. Producto del boom inmobiliario de la
primera década del siglo XX, sus muchas zonas residenciales se han
multiplicado. Como los grandes banderones de España que señalan algunas de las
también muchas rotondas —carísimas, cobraba Gürtel— que jalonan la entrada al
pueblo. Sus dos calles más principales se llaman —todavía hoy— Avenida del
Generalísimo y calle de José Antonio. Las dos, según los informes, se
acondicionaron con pagos a Gürtel. Gracioso. Además de bonitos bloques
residenciales y agradables urbanizaciones, también se puede contemplar el
cadáver de una Ciudad del Deporte que iba a ser y que nunca fue. Un dineral:
30,5 millones de euros. Gürtel, en el meollo.
Hoy gobierna Antonio
González Terol, joven integrante del ala más ultraliberal del PP, el llamado
Tea Party. Los dos anteriores —Juan Siguero, 2009-2011, y Arturo González
Panero, 1999-2009— tuvieron que dimitir por su imputación en la
Gürtel. No fueron los únicos. Los máximos responsables de la Empresa
Municipal de la Vivienda, ese invento para hacer más cómodo el trapicheo, siguieron
el mismo camino. Al primero, ya le conocemos: Alfonso Bosch. Al otro
lo hacemos hoy: César Tomás Martín Morales, personaje renacentista que tan
pronto hace el egipcio para recibir el sobre correspondiente, que escribe un
libro de 254 páginas: Ser empresario: secretos para convertirse en un
empresario de éxito en el siglo XXI. Y tiene otro más reciente, El divorcio,
hoy.
Pero por favor, que
nadie le quite la corona de laurel a Arturo González Panero, de
sobrenombre El Albondiguilla. Es, quizá, uno de los personajes más
maltratados por Correa en esas conversaciones que grabó Peñas. Allí cuenta que
tiene un vídeo en el que se ve a Panero contando mucho dinero en una mesa, y
que le chantajea —a pelo, para qué disimular— con enseñarlo si no cumple con
sus obligaciones. Que son sencillas: enriquecer a Correa y sus cómplices,
empresarios como José Luis Ulibarri incluidos, tan querido por la trama, (ver
recuadro) y quedarse él mismo “con una pasta”. O sea: un trabajo fácil.
Ejemplo: la varada
Ciudad del Deporte se le adjudicó a Construcciones Hispánicas, de Alfonso
García Pozuelo. Quizá les suene el nombre. Por tres cosas: es uno de los
donantes que figuran en los papeles de Bárcenas, con nueve entregas
que suman 258.161,94 euros. Segundo: porque en 2010 pagó 20 millones a Hacienda
para enjugar sus delitos fiscales con la trama, una heroicidad desconocida, y
porque en el sumario Gürtel se le adjudican unos pagos a Correa de 4.192.000
euros. Aquella adjudicación tuvo lo suyo porque se hizo, sin motivo alguno, por
el trámite de urgencia, lo que permitía saltarse obligaciones molestas. Se dice
en los informes policiales, que curiosamente, unos 15 días después de
adjudicarse el contrato, Tomás Martín Morales, el encargado de la EMV, recibía
660.000 euros en tres ingresos diferentes en su cuenta. En la primera de las
entregas se puede leer “albondiguilla”, y ya sabemos de quienes hablaban.
Pero no crean que todo
es de mesa camilla, porque los policías, a instancias del juez Pedreira,
también descubrieron que González Panero y su exesposa (Elena Villarroya)
tenían una sociedad en Suiza, Longgridge Internacional, con una cuenta en el
Hong Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC-Private Bank Suisse). También
aparece otra sociedad panameña, Itelsa Development Group Corporation, con
cuenta en el mismo banco. El fiscal mantiene que González Panero desvió fondos
a Suiza, Panamá, Miami, Portugal y Marruecos.
No están claras las
inversiones en Miami, pero sí sus viajes. El 18 de abril de 2002 Panero viajó
con Correa y el entonces concejal José Galeote, también imputado. Allí se unió
al grupo otro amigo, Francisco Sánchez, que luego sería concejal de Sanidad e
Higiene de Boadilla en 2007. Sánchez afirmó ante el juez que Panero alardeaba
de “comprar en Miami y tener muchas propiedades”. En julio de 2003 Panero
volvió a viajar a Miami con Correa. Informe de la UDEF, 8 junio 2009. Todos los
aquí citados fueron debidamente recompensados por Correa. El juez Ruz cree que
César Tomás Martín Morales, consejero delegado de la Empresa Municipal de
Vivienda, obtuvo 600.000 euros; Alfonso Bosch, 250.000 euros y el exedil José
Galeote, medio millón. No está mal, pero ninguno como Panero.
Porque Correa tendría
en un puño a González Panero, pero El Albondiguilla no se conformaba con
poquita cosa. Si se calcula que en dinero contante y sonante pudo recibir más
de una entrega de 300.000 euros, en regalos tampoco estuvo mal servido. En el
informe de la UDEF de junio de 2009, se detallan con labor de filtiré los
numerosos obsequios. Solo en viajes costó más de 25.000 euros. Y en los
hoteles, además, comía como un señor. En el esplendoroso hotel Mandarín de
Miami, se liquidó 4.000 euros en tres días. En los más de 25.000 no está
incluido el viaje de novios del hermano de Panero a las islas griegas, que se
puso en 4.517 euros. Todo un detalle de la trama.
Decía Correa que
Panero era de esos alcaldes que no saben vestir y le puso en suertes
a su propio sastre. Nunca lo hiciera porque El Albondiguilla le cogió el gusto
al pespunte de Rafael Caballero. Panero encargaba y Felisa Jordán se encargaba
de que los pagos se ocultaran debidamente con facturas falseadas. En trajes y
otras prendas, la broma superó los 10.000 euros. Súmense zapatos de Casa
Exerez, 1.300 euros. También quería ver bien la tele. Sin problemas: se le compró
un aparato de 4.000 euros, que ya es pantalla de plasma.
Y como premio, los locales
En Boadilla la red
logró, como poco, dicen los investigadores, unos 70 millones de euros. Y eso,
seguramente, si el cálculo se hace solo sobre el costo de las parcelas y no
sobre el precio final, pisos o chalés incluidos en aquella época de bonanza. Un
ejemplo, Panero sacó a concurso en 2005 “el derecho de superficie” de tres
parcelas. Se construirían 33 locales y 178 garajes en la Avenida Siglo XXI, la
mejor zona de Boadilla. El premio recayó —en una adjudicación que la oposición
tachó de vergonzosa— en la empresa Rústicas MBS S.L., que luego se las pasaría
a Artas Consultoría. Las dos empresas están inscritas a nombre de Ramón Blanco
Balín, a quien ya hemos visto en el capítulo quinto. Esta empresa gestionaría
los locales y los garajes, por un canon que pagaría al Ayuntamiento de 81.344
euros anuales. Da la casualidad de que ese importe se había fijado
anteriormente en 320.000 euros. Pero la generosidad del gerente de la EMV,
Alfonso Bosch, no solo rebajó la cifra hasta una cuarta parte, sino que alargó
la concesión de 75 a 99 años. ¿Chollo? Quiso el destino que fuera la Caja
Madrid de Miguel Blesa la que concediera a Blanco Balín -además- los créditos,
de 5,9 millones y 800.000 euros, para hacer frente a la adjudicación. Los
técnicos de Caja Madrid se quedaron estupefactos ante la bonanza de la
operación, porque según sus cálculos se podrían sacar unos "115.000 euros
mensuales", 1,3 millones de euros al año, cuando habíamos quedado que al
Ayuntamiento solo se le pagaba 81.000. Y si la cosa se hubiera mantenido
durante los 99 años del contrato, los beneficios hubieran llegado, en una
cuenta poco sofisticada, a unos 130 millones de euros. O sea, que sí era un
chollo. Aquella Artas Consultores del principio se había constituido el 22 de
septiembre de 2005 con un capital social de 60.120 euros en 120 acciones,
repartidas entre sociedades de Ramón Blanco Balín, el testaferro de Correa. Al
día siguiente, con contratos privados, un 25% de esas acciones van a parar a
Alfonso Bosch y un 20% a Martín Morales. Bingo.
La parcela, el yate... y Aznar
Una buena muestra de
cómo trabajaba la trama en Boadilla la encontramos en la adjudicación de una
parcela para construir 139 viviendas, más 340 aparcamientos, piscinas y pistas
de pádel, en octubre de 2005. Habitat ofertó 39.100.000 euros; Alcosto,
39.040.000; y UFC, SL, una filial de Begar, la inmobiliaria del constructor
José Luis Ulibarri, 35.080.000. La adjudicación fue para Ulibarri, con el
argumento de que era la oferta que hacía la obra en menos tiempo: 12 meses. Por
supuesto que no lo cumplió, pero ésta es una de las muchas triquiñuelas
habituales en los concursos. Al cabo de los meses, y con cualquier disculpa, el
Ayuntamiento amigo/comprado acuerda una ampliación del presupuesto —en
ocasiones supera la oferta más cara— pero ya sin necesidad de concurso ni otras
indeseadas legalidades.
A Ulibarri —un
empresario potente, propietario del Grupo Begar, de gran arraigo en Castilla y
León, pero con multitud de empresas en toda España— y Correa les unía una
entrañable amistad. No solo asumió las obras en su chalé de Ibiza, sino que el
constructor abonó ocho facturas falsas para elevar el precio de un yate del
jefe de la Gürtel, para llegar hasta los 420.000 euros. Ya se contaba en
el pen drive de J.L. Izquierdo. En breve: en la operación
participaron 10 empresas: cinco por parte de Ulibarri (Peñalba, Begar SA, Begar
Construcciones y Contratas, Conseil Cabinet y Seralia) y cinco en nombre de la
trama (TCM, Easy Concept, Good and Better, Rialgreen y Pasadena). Todas las
facturas por servicios prestados entre ellas, como entenderán, más falsas que
un euro de madera.
Pero José Luis
Ulibarri sigue siendo uno de los nuestros para el PP. Hace apenas dos meses, el
18 de diciembre, José María Aznar era la estrella de unos actos
organizados por el Diario de Soria que preside Ulibarri, propietario también de
un pequeño imperio mediático. En la foto que ellos mismos ofrecieron, se ve a
un Aznar bien contento de lucir larga bufanda y compartir espacio con el
imputado en la Gürtel. Conste que hace años Ulibarri también apretaba con
fuerza la mano de José Luis Rodríguez Zapatero, de quien constan en
la hemeroteca grandes elogios del empresario. Cierto que era antes de conocerse
sus quebrantos judiciales y su conexión con Gürtel. Aznar los conocía y no
parecían molestarle.
Lástima que Soria no
tenga mar, porque se podían haber dado un paseíto en el yate, si es que
Ulibarri lo conserva…
©José María Izquierdo, para El País
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