Saquen sus propias conclusiones.
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Una visita papal provechosa para el alma y para
algunos bolsillos
No podía haber mejor
fiesta gozosa para las muy piadosas autoridades de la Comunidad Valenciana que
la visita de un Papa, en este caso Benedicto XVI. Aquellos días, 8 y 9 de
julio de 2006, debían ser para el equipo de Francisco Camps la
demostración ante el universo entero del poderío que entonces inundaba de
doblones las bodegas de la nave levantina. Para controlar que no estuviera
fuera de su sitio ni una sola hoja de los árboles del camino se creó, a pachas
entre Generalitat, Ayuntamiento, Diputación y Arzobispado la Fundación V
Encuentro Mundial de las Familias. ¿Será por dinero?, se decían manilargos unos
consejeros a otros, mientras Camps —El Curita, le decían en la trama— sonreía
beatíficamente y se lanzaba requiebros telefónicos con un señor muy divertido
al que le llamaban El Bigotes. El mundo era suyo, la comunidad era suya y los
contratos eran suyos. ¿Un Calatrava? Tres, cuatro, cinco. Los que hicieran
falta. ¿Avenidas? A decenas. ¿Aeropuertos? Como el de Castellón. A quien menos
le molestaba la prodigalidad era a Álvaro Pérez, El Bigotes, que
mejor estar donde hay mucho.
Tanta felicidad a
punto estuvieron de ensombrecerla unos infortunados pasajeros del metro
valenciano, cuando tres días antes de la llegada del Papa, a las 13.03 horas
del 3 de julio, un tren descarriló en una curva cercana a la estación de
Jesús. 47 muertos y 43 heridos, muchos de ellos lanzados a través de unas
ventanas sin refuerzo y que fueron aplastados por el vagón que se deslizó
durante muchos metros sobre su lateral. La orden fue tajante: Canal 9, la
televisión de la comunidad, debía silenciar lo más posible ese desgraciado
accidente y, desde luego, no alterar ni un ápice la programación, ya dedicada
en cuerpo y alma —sobre todo alma— al recibimiento al Papa. Tal cual lo hizo,
ante la parálisis de una plantilla inmunizada frente a las injusticias. Así que
el muy atareado Juan Cotino, el hombre más religioso de cuantos hombres —y
mujeres— religiosos andaban por la Generalitat, y que llevaba meses
desviviéndose en la Fundación y fuera de ella para que nada faltara en tan
señalada visita, fue el encargado de silenciar a las víctimas, ofreciéndoles
alguna dádiva si la protesta se anestesiaba porque nada podía enturbiar
aquellos días gloriosos. Gran labor misericordiosa la suya, sin duda, porque
era tiempo de gozos, y no de sollozos.
Meses antes, esa misma
televisión que compitió en indignidad con el equipo de Camps, ya se había
encargado de que todo estuviera dispuesto para reforzar hasta la hipérbole
aquella visita. Por lo pronto, la Generalitat ya había dejado bien claro a
Moncloa que no querían ver en kilómetros a la redonda a nadie de TVE, que era,
y es, quien acostumbra a cubrir, por medios y experiencia, las visitas de los
primeros mandatarios mundiales, como son los Papas. Una de las personas que
entonces —mes de abril— se entrevistaron con las autoridades civiles y con el
propio arzobispo valenciano, detectó rápidamente el rechazo político,
ideológico… y económico. “Allí se les veía que les sobraba el dinero”. El
cierre lo puso Esteban González Pons, a la sazón consejero y portavoz del
Gobierno valenciano. “Doy por clausurada esta reunión”, les dijo de malos
modos. Fuera. Esto es nuestro.
Y tan suyo que era. Además
de los muchos millones que le costó a Canal 9 la retransmisión-13, se
calcula, y ya conocen su triste final— sus directivos recibieron el encargo de
llenar de pantallas la ciudad para que los 1,5 millones de fieles que se
esperaba que acudieran a Valencia pudieran seguir al detalle la misa que se iba
a retransmitir desde el marco incomparable que formaba el conjunto de
Calatravas en el cauce del río, más bonito que un San Luis. El encargo fue
recogido por un dispuestísimo director general de la Ràdio Televisió
Valenciana, Pedro García Gimeno, que, sorpresas nos da la vida, era íntimo
amigo de Francisco Correa y de El Bigotes. (Posteriormente se supo que Pedro
García llegó a tener hasta un 20% de Orange Market. Íntimos amigos, decíamos… y
socios).
Y como entre colegas
todo se hace más sencillo, enseguida hubo acuerdo. García autoriza —ojo con las
fechas— que la contratación se negociara por motivos de urgencia “con precio
libre” y “sin publicidad”. El mejor territorio, como sabemos, para las
habilidades de la trama. Tras un aberrante concursillo, el 8 de mayo —ojo con
las fechas— se produce la adjudicación para el complejo montaje técnico. Quiso
el destino —y la trama Correa— que el premio recayera en la empresa Teconsa, la
empresa constructora de nuestro conocido José Luis Ulibarri, que no tenía ni la
menor idea de cómo se montaban tales dispositivos porque jamás había hecho algo
ni siquiera parecido. Pero eso sí, era “la más cara y desaforada”, según uno de
los conocedores del concurso, con un presupuesto de 7.493.600 euros. Sin
problemas porque el adjudicatario real, Gürtel, tenía todo previsto: el montaje
lo harían otras empresas, que sí tenían los conocimientos y los medios
necesarios, sobre todo Sirius Showequipment, que cobró 3.654.000, IVA incluido,
una subcontrata alemana que ya había hecho esa labor en el viaje de Benedicto
XVI a Colonia en 2005 y que el Vaticano —aquí todos tienen amigos— ya se había
encargado de recomendar. Hay, también, participación de otras empresas con
importes menores que sí hicieron trabajos, como Apogee o Impacto Producciones,
pero asoman otras como Castaño Corporate y Free Consulting, empresas de la
trama y tapadera para generar facturas falsas. En Castaño, compraventa de
inmuebles, aparecían por sus escrituras Jacobo Gordon, Blanco Balín o el propio
Crespo.
Pero veamos algunos
detalles para entender ese concurso que Pedro García tuvo la desfachatez de
convocar. Primero, las fechas. Alegar urgencia tenía lo suyo, porque la visita
papal ya se conocía desde mucho antes, como es natural. El sumario recoge una
carta del 17 de enero de 2006 de la empresa Apogee Telecomunicaciones SA, una
de las subcontratas, a Teconsa para estudiar “documentación y cifras” sobre el
proyecto de Valencia. ¡Cuatro meses antes del concurso! Y el 1 de febrero hace
lo propio otra subcontrata, Impacto Producciones, a la que había pedido ayuda
Apogee. Pero es que un conocido experto en este tipo de instalaciones, Miguel
Torroja, declaró al juez Ruz que en febrero de 2006 fue contratado para el
diseño del montaje por Pablo Crespo y que entonces ya sabía que Teconsa era la
tapadera, porque la adjudicación era en realidad para Special Events. Él, por
lo pronto, trataba los detalles con Crespo y, a veces, Álvaro Pérez.
Las fechas también
fueron refrendadas ante Ruz, entre otros, por Luis Sabater, el jefe del
departamento técnico, que declaró que ya en febrero, tres meses antes del
concurso, el director de Canal 9, Pedro García, le dio el teléfono de El
Bigotes para que se encargara de la sonorización del acto. Contó, también, que
le llevó a ver a Cotino y que posteriormente le presentó a Torroja. Todo ello
antes, claro está, de que se fallara el fantasmal concurso, con ganador
decidido de antemano. “Esconde el contrato”, le decían los jefes a una
empleada.
Resultado del amaño
según recoge un informe de la Policía Judicial del 25 de noviembre de 2009 de
contabilidad de la trama: Gürtel se embolsó 2.830.000 de los 7,4 millones de
euros de la adjudicación. Reparto: 1,4 millones para Francisco Correa, que para
eso es el capo; 630.000 para su número dos, Pablo Crespo. A El Bigotes le
cayó medio millón, lo mismo que a Pedro García, el director general de la RTVV.
Para Teconsa se fueron 200.000 euros, y el resto, 600.000, se los quedó un
receptor inidentificado que aparece bajo la letra R. Los investigadores han
apostado por Ramón Blanco Balín, aunque sin poder confirmarlo. Cinco años
después, el juez José Ceres decretó un nuevo secreto del sumario, que acaba de
levantar, porque ha habido nuevos testigos y nuevas declaraciones provenientes
de unos funcionarios de Canal 9 y de un extrabajador de Orange Market, que han
decidido hablar.
Y no hace demasiado
tiempo, la Generalitat tuvo que inyectar dos millones para la Fundación V
Encuentro Mundial de la Familia, aquel organismo cuatripartito y de cuentas
opacas que nació en 2006 para un sueño que acabó en fiasco: del millón y medio
o dos millones de peregrinos previstos, apenas si se alcanzaron los 250.000, y
de las 500.000 mochilas conmemorativas todavía se ven por la ciudad los restos
de 200.000 de ellas que se quedaron sin piadosa espalda portadora.
Y de muestra, tres eran tres
Los métodos de Gürtel
fueron variados, como ya hemos ido viendo. En Valencia hay muestras notables.
Por ejemplo, cómo lograr la adjudicación 138.678 euros— de la campaña
publicitaria de la sociedad pública Vaersa, dedicada al aprovechamiento
energético de residuos. Se trataba de sensibilizar al respetable sobre el uso
del contenedor amarillo. De nuevo el concurso, como tantos que hemos visto en esta
serie, se hizo mediante un procedimiento negociado y sin publicidad.
Se invita a tres
empresas, tres. Concurrencia y transparencia, pues. Porque quién iba a saber
que el administrador único de las tres, Orange Market, Easy Concept
Comunication y Boomerangdrive, era el mismo: Luis Miguel Pérez. Y las tres, ya
lo hemos visto antes, eran unas de las muchas que se integraban en el tinglado
de Correa, Álvaro Pérez y Pablo Crespo. Por si les pica la curiosidad, la
campaña, tras dura competencia con las otras dos, se la adjudicó Orange Market.
Y esto fue lo que
declaró ante el juez, en julio de 2013, el que fuera director del gabinete
jurídico de la empresa pública Vaersa (Valenciana de Aprovechamiento Energético
de Residuos, SA), Joaquín Fernando Tomás Font de Mora, ante la evidencia del
desaguisado: la orden “venía de arriba”, y se había urgido “a la mesa de
contratación a adjudicar el contrato incluso obviando los procedimientos”. Y
tanto que se obviaron, como señaló la Sindicatura de Comptes en febrero de 2013.
© José María Izquierdo, para El País
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