viernes, 4 de mayo de 2012

Pep Guardiola, deja de ser entrenador del FC Barcelona


Me llama poderosamente la atención, la reacción que han tenido esos palmeros mouriñistas, como Juanma Rodríguez, Eduardo Inda, Roncero, Alfredo Duro y otros de tan selecto club, con las declaraciones de Pep Guardiola, en las que felicitaba al Real Madrid por la consecución de su trigésimo segundo campeonato de liga, hablando a su vez, “que habían pasado cosas extrañas”, las cuales se negaba a desvelar.
Desde el momento en que el oriundo de Sampedor anunció que dejaba la dirección técnica del Fútbol Club Barcelona, esos mismos palmeros se lanzaron a la yugular del entrenador catalán. “Que si es un cobarde”, “Que si teme a Mourinho”, “Que el portugués había derrotado al Pep”, “Claro, ahora que pierde abandona al club azulgrana”, son algunos de los comentarios que se han oído y leído en la gran mayoría de los medios hablados y escritos de España. Sobre todo los editados en Madrid. Típico de acomplejados. Sí, acomplejados por no saber escribir y hablar nada más que de cotilleos. Acomplejados, por creerse superiores al resto de la humanidad que no tiene acceso a las linotipias o a los micrófonos. Acomplejados, por pontificar de un deporte, del cual no tienen ni puñetera idea.
Nadie duda que el Real Madrid sea un gran club. Ahora está dirigido por un portugués agrio y –según mi punto de vista- bastante maleducado. El mundo del fútbol concluye que es un gran técnico. Yo no lo pongo en duda, pero, ¿qué le pasa a ese hombre siempre malencarado y agresivo en su lenguaje corporal? ¿No tiene bastante con sus cuantiosos ingresos, su poder total en el club y su catálogo de triunfos? El personaje, con ese aire de superioridad –quizás por complejo de inferioridad- en todas las ruedas de prensa y entrevistas, es antipático a todo aquel que no sea férreo seguidor sin crítica ninguna, del club de Concha Espina.
Pero volvamos al Pep. Elegante –aunque visceral- jugador en su tiempo, y elegante entrenador ahora, puede que marque una época en el fútbol, tal y como hizo Sacchi con el Milán glorioso o como el inventor de la WM. Para aquellos que no somos culés, ver un partido del Barça de Guardiola es un autentico placer. Los desmarques en diagonal de afuera hacia adentro, la presión agobiante al perder el balón, las triangulaciones en cualquier parte del campo, el control del juego sin desesperación y el mantenimiento del estilo combinativo, dan la sensación de estar viendo danza en el césped, en vez de en el teatro. El Camp Nou, se convierte en el Gran Teatre del Liceu.
Al igual que en la película Shadowlands (Tierra de sombras), C.S. Lewis –encarnado por Anthony Hopkins-, al morir su amada, la poetisa Joy Gresham –interpretada por Debra Winger-, le dice en su lecho de muerte, “el sufrimiento de ahora, es el precio por la felicidad de antes. Ese es el trato de la vida”, la salida de Guardiola del Barça de hoy, es el precio por haber dejado en la retina del aficionado, los mejores momentos de fútbol, quizás desde el mítico Brasil del mundial de México 70.
A los palmeros, se les acaba el objetivo. El mea colonia –término acuñado por el ínclito Eduardo Inda-, ya no estará sentado en el banquillo del demonio blaugrana. ¿Será Tito Vilanova objeto de los ataques de esa caterva de plumillas? ¿Con quién compararán ahora a su dios Mourinho?
El fútbol español –notemos que hay fútbol más allá del Real Madrid y del FC Barcelona- lamenta la marcha de Pep Guardiola de los banquillos. Solo se alegran aquellos a los que les vale ganar a cualquier precio, y si es menospreciando mejor.
De un sportinguista: ¡Gracies Pep!

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