Logotipos históricos de Iberia |
Hace unos cuantos años, concretamente en mi época de
estudiante universitario, contaba los días para que llegara el fin de curso en
los primeros días del mes de julio. ¡Empezaban las vacaciones! Pero el motivo,
aunque importante, no era ese. El motivo no era otro que iba a volver a volar
en avión. Mi familia, se marchaba el primero de julio, y yo, que tenía los últimos
exámenes me quedaba sólo en casa unos días. Los nervios que tenía la noche
anterior al vuelo a Madrid desde mi Oviedo de residencia, eran fantásticos. Eran
esos cosquilleos en el estómago típicos de cuando va a ocurrir un
acontecimiento favorable. Temprano me levantaba, y no bien amanecía, salía yo
con mi maleta y mis raquetas de tenis, hacia la parada de bus que Iberia tenía
habilitada en la calle de Uría. En el autobús –de la empresa Blanco o Roces, no
recuerdo bien-, me sentaba en medio siempre en ventanilla, con aires de ejecutivo
agresivo, haciéndome el importante. Eran otros tiempos. Tiempos en los que como
dice otro bloguero, la gente viajaba con corbata, y el viaje en avión te daba
un “status” distinto.
Después de una hora aproximada de viaje –había que cruzar
Avilés y Piedras Blancas-, se llegaba al templo, al antiguo aeropuerto de
Asturias –antiguo, ya que era otra cosa, más chiquito, más entrañable-, y después
de retirar del baúl de equipajes del autocar mi maleta, me acercaba al
mostrador de facturación y obtenía, por fin, mi tarjeta de embarque. Asiento 2A
siempre. Ventanilla en primera clase del Boeing 727, con tres motores y morro
ceñudo, hasta la capital de España, y ventanilla en el DC9 de dos motores y más
redondeado, desde Barajas hasta El Altet. ¡Todo el año ahorrando algo de la
paga para poder permitirme ese lujo! El vuelo hasta Alicante, con parada –y casi
fonda- en Madrid costaba 2.500 pesetas (15 €) en primera, con asiento rodeado
de apoyabrazos fijos y con desayuno y “Benjamin” incluidos en la mañana, y
vermouth rojo con aceitunas y almendras, al mediodía. Mediodía que empezaba en
una silla de la terraza de la cafetería del aeropuerto de Madrid, con la visión
de aterrizajes y despegues de aeronaves de distintas compañías. ¡Qué tiempos
aquellos! (Ver Historia de Iberia)
Saco esto a colación, por las noticias que corren estos días
referentes a la casi desmantelación de Iberia, Líneas Aéreas de España. Hoy leo
que se anulan vuelos con El Cairo, con Atenas, con Estambul, con Santo Domingo y con La
Habana (nunca se dejó de volar a Cuba, ni cuando Franco), entre otros. Se despedirán a unos cuantos miles de trabajadores, y se
retirarán de servicio, 25 aeronaves. Aún recuerdo mi primer viaje de trabajo a
Cuba, a bordo del último DC10 operativo con los colores corporativos de la “compañía
de bandera” española. Porque era eso, era una “compañía de bandera”, que a
todos aquellos que vivimos fuera de la península Ibérica, nos causaba una emoción
cada vez que veíamos en algún aeropuerto un avión pintado con los colores
nuevos o antiguos.
Lejos deben de quedar esos tiempos en los que era líder en
transporte de pasajeros entre Europa e Iberoamérica. La fusión con los británicos
–Drake, ¿no era británico?- de British Airways, formando IAG, en vez de
producir sinergias positivas, desembocó en una cuenta de resultados llena de números
rojos. Curiosamente, en el momento de la fusión, la azul compañía británica tenía
pérdidas y beneficios la española. Un año después, se tornaron las cosas 360º.
Si piensa usted mal, querido lector, acertará.
Mis recuerdos valen lo que valen. Son solo recuerdos. Como
en el recuerdo quedará, una compañía aérea que fue el orgullo –pese a quien le
pese- de España por todos las tierras donde sus aviones posaban sus pesados
cuerpos.
Recuerden: “Con
Iberia, ya habría llegado”. (Ver artículo)
¡Fantástica historia estupendamente contada!
ResponderEliminarDe acuerdo contigo al cien por cien.